sábado, 19 de octubre de 2013

El amor más intenso

Capítulo 5

Layla
Una semana más tarde, en su habitación, Layla se ajustaba el corpiño del corsé de su largo vestido hasta dejarlo perfectamente sujeto. El cabello le caía trenzado por la espalda en suaves hondas, como un camino serpenteante.
Respiró hondo mirándose en el espejo del baño. La lámpara de gas situada en la parte superior de la pared le daba a la habitación una atmósfera cálida y muy segura. Se miró nuevamente en el espejo examinando su figura, algo desconcertada con lo que veía, ya que el atuendo que la rodeaba no era algo a lo que estuviera remotamente acostumbrada. Pero se alegraba de haberlo conseguido. Por fin llegaba el final del curso y tendría que tomar una decisión…
Layla frunció el ceño y paró en seco el rumbo de sus pensamiento, llevándolos hacia temas más mundanos.
La luz en el cuarto hacia que su aspecto pareciera fuera de lugar en ese preciso momento. Se había acostumbrado al talento de Daniel con las velas, ya que era toda la iluminación que él utilizaba en su habitación.
Ella adoraba esa costumbre y al mirar a su alrededor, deseó tener a Daniel junto a ella en ese momento.
Caminó de regreso a su habitación para comprobar el trenzado de su cabello. No es que a ella le importara realmente pero quería estar perfecta para él. Tan perfecta como lo sentía a él siempre. Quería estar a su altura y sentirse hermosa cuando Daniel la mirara… Quería…
Suficiente, ricitos de oro Pensó sacudiendo la cabeza mentalmente.

Fuera el cielo estaba nublado. Las nubes se iban desplazando con rapidez y sutileza a la vez, dejando entrever el cielo que comenzaba a oscurecer con el caer de la noche.
Layla buscó por la habitación sus zapatos suspirando alegremente. En realidad, si se hubiera podido deshacer de algo en ese momento, los zapatos hubieran corrido un grave peligro. El punto bueno era que el vestido azul marino que llevaba le llegaba hasta el suelo y los zapatos no se verían, por lo que escogió unos de tacón bajo y muy cómodo.

Todo el asunto de prepararse para el baile le había traído añoranza.
Aunque desde que estaba con Daniel había conseguido alejar los malos recuerdos de la cabeza la mitad del tiempo, en ese momento sintió una punzada en su pecho mientras una imagen se filtraba por sus pensamientos. El vago recuerdo de su madre trenzando su pelo cuando era niña.
Dios, cuanto habría deseado poder tener a una madre que la ayudara a prepararse para el baile de fin de curso y ese tipo de cosas tan normales que cualquier chica había tenido la oportunidad de vivir. El hecho de que su pareja fuera, de hecho, un vampiro hacía que todo el asunto de querer normalidad no tuviera mucho sentido. Y le gustaba de esa forma. Este era su mundo.
Se recostó por un momento en las suaves y frescas sabanas de satén que cubrían su cama, aspirando el sabroso olor de Daniel en ella, y sintiendo su presencia como si estuviera allí mismo. Con los ojos cerrados aún, recordó todo lo que habían pasado estos días. Daniel le había mostrado las ventajas que conllevaba vivir en su mundo y ella sabía que había aprendido a controlar su deseo de sangre hacia ella.
Se había dado cuenta una noche mientras dormían.
Layla se había despertado de repente a causa de un sueño e intentó reacomodarse nuevamente en el pecho de Daniel, arrastrándose desde su posición hasta llegar a él. Cuando se había acercado, la respiración de él había captado su aroma y sus colmillos se alargaron instantáneamente.
Daniel abrió los ojos de repente, mirándola fijamente por unos segundos de arriba abajo, suspirando. Las blancas puntitas que sobresalían por debajo de sus llenos y seductores labios le había parecido lo más sexy que podría haber visto al despertar.
Daniel la había tomado por la nuca y había acercado su cuello a su nariz para poder olerla mejor. Sus grandes manos la acercaban con anhelo.
Aspiró su olor como si fuera lo más sabroso que había olido nunca. A ella le encantaba cuando hacía eso, y una parte de ella deseó que hundiera los colmillos en su vena y así, poder alimentarlo. El hecho de poseer lo que él necesitaba para vivir, dentro de ella, y poder dárselo…
Layla quería alimentarlo, llenarlo… y no esperaba que nadie la entendiera. Casi no lo entendía ni ella misma
Pero él le había besado el cuello de arriba abajo y cuando volvió a mirarlo, sus colmillos había vuelto a la normalidad.
Le había dicho en más de una ocasión lo mucho que deseaba su sangre, pero prefería mantenerla a salvo, incluso aunque no corriera tanto riesgo.
Su salud era lo primero para él, asique había dejado correr el tema.

Layla abrió los ojos y recordó que pronto se encontraría con Daniel. Recogió su abrigo y se dirigió hacia la puerta una vez estuvo segura de que todo estaba en orden. Mientras lo esperaba supo que su decisión era acertada.

Después de un momento Daniel apareció caminando lenta y grácilmente por el pasillo de la torre donde estaban sus habitaciones. No había otros estudiantes merodeando por ahí, por lo que imaginó que todos ya estarían en el salón principal.
Cuando lo miró acercarse con su paso firme y majestuoso llevando su abrigo cuidadosamente doblado bajo el brazo, se sintió como si ambos hubieran viajado a otra época. A pesar de su elegante atuendo negro de arriba abajo y su suave cabello, que caía desinteresado por su frente, Daniel rezumaba poder con cada zancada que daba hasta llegar a ella. Su marcado mentón y sus agudos pómulos lo hacía parecer temible a pesar de todo, y Layla se sintió segura a su lado.
En ningún momento sus ojos abandonaron su figura, y un calor le llenó el pecho cuando su mirada se impregnó de deseo.
Daniel era tan perfecto, también debido a que encajada a la perfección con el tema Victoriano del baile.
Daniel pertenecía a ese mundo.

Daniel
Mientras se aproximaba hacia la puerta de Layla, Daniel pensaba en la noche que les esperaba. Reacomodó la manga derecha de su camisa y el abrigo que sujetaba, acercándose por el pasillo hasta sentir el suave y encantador olor que desprendía Layla.
La vio parada junto a la puerta de su habitación con el corpiño del vestido ciñéndose y pronunciando sus pechos. Su delgada cintura se acentuaba debido a la falda que caía del vestido. No era muy abultada y eso era lo que más le gustaba de ella. Daniel la había convencido para regalarle un vestido acorde con el tema victoriano del internado, y no le extrañaba que Layla hubiera escogido el menos pomposo. Sin embargo, estaba espléndida y deseó bajar para poder demostrarles a todos que ella era suya…

-Estas hermosa esta noche…- dijo pegando su cuerpo al suyo para sentir su calor – Bueno, sería más apropiado mencionar que estas hermosa todas las noches.
Daniel le tomó la mano y la pegó a sus labios mientras se inclinaba lentamente, siguiendo un poco más con la broma.
La suave y cantarina risa de ella, le llenó el pecho y no puedo resistirse a besarla ardientemente posando la mano en la parte trasera de su cintura para acercarla más a él. En un instante los brazos de Layla estaban enroscados en torno a él mientras sus besos se volvían cada vez más insistentes. Tras un momento, la tomó de la mano y comenzaron a caminar por el pasillo hacia la escalera que bajaba hacia el salón principal.
Las lámparas de gas que iluminaban el pasillo la hacían verse todavía más hermosa. Si eso era posible.
-Estás…- dijo ella parándose un momento para pensar en el adjetivo adecuado - no estoy acostumbrada a verte tan elegante.
-Entonces aprovecha, porque dudo que vuelvas a hacerlo
Daniel soltó una limpia carcajada mientras se aproximaban a la escalera.
-¿Estás seguro de esto? – le preguntó Layla señalándose el vestido y con un gesto abarcando el salón al que estaban por llegar.
Daniel le acarició la clavícula, no pudiendo resistirse a tocar la suave piel.
Cuando ella se estremeció, respondió.
-Sí. Además de esta forma puedo mostrarte un poco el estilo de vida que existía cuando aún era humano – esto último lo dijo bajando la voz para que solo ella pudiera oírlo.
Juntos se acercaron a la gran escalera que descendía majestuosa. Ella bajaba tomada de su brazo, no porque lo necesitara sino por quería seguir en contacto con su cuerpo.

-¿formabas parte de la aristocracia? – Layla parecía sorprendida –Bueno, tienes unos modales impecables en la mesa, y la mayoría del tiempo pareces sacado de una revista porque cualquier prenda te queda estupenda.
Ahora que lo pienso, no me asombra tanto- Su tonó juguetón hizo que tuviera ganas de hacer muchas cosas que no eran apropiadas para hacer en público.
Ambos terminaron de bajar y él sintió la admiración que apreció ella al ver la elaborada decoración victoriana.
Daniel sonrió alejando esos pensamientos de su mente, mostrando una hilera de perfectos dientes alineados unos con otros. Lo que los demás no sabían era que sus dientes eran tan fuertes como para masticar granito.

Ella se fijó en ellos y sus labios se entreabrieron tiernamente. Su ceño se frunció mientras pensaba concentrada en algo. Percibió en el aire la ansiedad que le causaba lo que estaba pensando. Deseó saber de qué se trataba pero no sería grosero. No se metería en su cabeza para atisbar sus pensamientos. En cambio dijo:
-Bueno digamos que mi familia perteneció a una clase favorecida durante mi juventud. No figurábamos entre las familias más importantes pero aún vivíamos según el estilo de vida aristocrático, mientras mucha gente no tenía para comer. Aquello era algo que no comprendía y mi padre creía que estaba loco por preocuparme por esos meros detalles.
Antes de que me convirtieran, mi familia fue declarada en banca rota. Mi madre cayó enferma por la presión de la clase social y la enfermedad se apoderó de ella. Durante ese ultimó año mi padre hizo lo posible por ayudarla, pero la “Demencia precoz” como lo llamaban en esos tiempos,  iba muy avanzada. Supongo que ahora la podrías llamar Esquizofrenia.

No sabía porque pero no había podido dejar de hablar. Era un idiota, ¿Quería quitarle la ansiedad contándole este tipo de historias? Esta no era las de y-vivieron-felices. Pero Layla no lo miraba con ansiedad sino con pesar.
-No quiero ni imaginar por lo que tuviste que pasar siendo tan joven. Es decir, a los veinte nadie quiere ver a su madre de ese modo. Lo siento mucho…
Layla tomó su mano y se la apretó.
Dejó de lado el tema y se centró nuevamente en ella. No quería pensar en los prematuros años de su vida, que ahora se arremolinaban como escenas de una vida que no era suya. No quería recordar la “aún educada” demencia de su madre. Ni la silenciosa desesperación de su padre, pretendiendo que todo estaba bien. Ellos habían sido víctimas de la presión que sufrían las familias “adineradas” a ver su “fortuna” pendiendo de un hilo.
No culpaba a sus padres por su forma de pensar. Habían crecido con esa mentalidad y desde luego no la habrían cambiado.
Empujó los amargos pensamientos al fondo de su mente e inspiró de forma mecánica.
Los olores de todos los estudiantes se mezclaban en el gran salón, pero sin ninguna duda el aroma de Layla se anteponía al de todos los demás, inundando su nariz con el rico olor de su champú. Los estudiantes de apretujaban bailando en el centro del salón, pero no les prestó atención. Podría mirarla por el resto de la noche y no se cansaría. Diablos, podría mirarla por el resto de la eternidad.
-Amor- hijo acercándose a su oído- hueles increíblemente bien.
La risa juguetona que soltó ella y la mirada de anticipación de ambos, los hizo ver como dos tontos enamorados. Y le daba igual. Hace unos meses, se hubiera reído de sí mismo al verse tan atrapado con una hembra. ¿Ahora? No encontraba una forma de detener todo lo que estaba sintiendo por ella y tampoco quería. Estaba enloquecedoramente enamorado.
Sintió como ella se acercaba del mismo modo al cuello de su camisa para olerlo. Sus grandes hombros la cubrieron.
-Eso no puedo rebatirlo-repuso con voz inteligente- Pero soy no quien mejor huele esta noche.
Layla posó un juguetón beso en su cuello mientras arañaba su piel con sus suaves dientes.
Eso calentó su cuerpo al instante. Dios, ella lo volvía loco.
Estaba perdidamente loco por ella…
Mientras una nueva canción comenzada a inundar el salón y los bajos retumbaban en las paredes Daniel la acercó a su cuerpo.
-¿te gustaría bailar? –Por un momento, casi esperó que le dijera que no. Ella no se había sentido muy cómoda los años anteriores cuando se había celebrado este tipo de bailes de Fin de curso, pero de algún modo esperó que aceptara. Él tampoco pertenecía a este mundo. Durante los años que había vivido en la grandeza, nunca se había interesado en este tipo de cosas. Pero ahora que la miraba, tan hermosa con el vestido azul marino contrastando con el color miel de su piel, deseaba vivir esto con ella.
Layla sonrió desprendiendo alegría
-¿de verdad me lo preguntas?- Su voz se alzó segura por encima de la música- No te soltaría ni loca en esta multitud. Todas las chicas te miran esperando que te separes de mi- Layla soltó una risa genuina- Además, no podría rechazarte nunca, estas hermoso con este traje.
Antes de que terminara de hablar se lanzó contra ella mientras se tomaban, encajando como dos piezas que hubieran sido separadas y que finalmente alguien hubiera vuelto a unir en su lugar, donde pertenecían.

Layla

Daniel los incorporó a la pista de baile con un giro limpio.
Layla no podía describir lo que sentía mientras su cuerpo se mecía entre la multitud de estudiantes y Daniel la dirigía de un lado a otro del salón con habilidad y gracia. Sentía como si volara, al notar la pesada pero cómoda falda de su vestido moverse con ella, al son del Vals.
No pensó que le gustara tanto todo el asunto del baile, pero en ninguna de las otras ocasiones había estado Daniel en su vida. Con él, todo era sencillamente mejor…
No tenía que pensar en los movimientos, solo se dejaron llevar por el sonido de la música en sus oídos. Podrían haber estado así durante horas, y solo habría sido aún mejor.
Después de lo ocurrido con sus padres, siempre se había negado inconscientemente este tipo de cosas y ahora se sentía como si por esa noche estuviera experimentando las vivencias de otra persona.
La música y los círculos que trazaban por el salón junto con las otras parejas, la hacía olvidar los sombríos momentos de lo que ahora le parecían pertenecer a otra vida. Una más oscura.
Y todo aquello, solo hacía que quisiera llevar a cabo su decisión en ese mismo momento.
Daniel la besó después mientras daban vueltas y gradualmente se fueron dirigiendo hacia un extremo del salón. Algunos estudiantes que bailaban a su alrededor lazaban furtivas miradas hacia ellos y ella no pudo evitar comparar los suaves y expertos movimientos de Daniel con el intento algo torpe de los acompañantes que se movían próximos.
Su risa se mezclaba con la música y Daniel la miraba todo el tiempo, fijando la mano en su cintura y guiándola. Su sonrisa la hizo sentir bien. Sabía que Daniel no había querido seguir hablado acerca de la develación de sus padres. Por lo que lo había dejado pasar por esta noche, por él.
Y al ver su sonrisa y lo radiante que estaba, su pecho se llenó de orgullo al tener a alguien tan valiente a su lado. Sin duda había tenido que pasar por mucho hasta llegar hasta donde estaban en ese momento y deseó que jamás se acabara.

Lentamente habían acabado por llegar hasta las puertas de cristal que conducían hacia los jardines del internado y en su reflejo pensó que Daniel se veía admirable mientras la sostenía en sus brazos. Deseó salir fuera para poder tener un momento de tranquilidad.
-¿te apetece salir? – Preguntó él. Sin duda había adivinado el rumbo de sus pensamientos.
Ella asintió y ambos giraron hacia las brillantes puertas de cristal. Aquella noche el internado estaba magnífico y la decoración del salón era totalmente exquisita.

Cuando el aire fresco la rodeó y refrescó su pecho sintió alivio. Finalmente la noche se había tornado cálida. Decidió que era el momento perfecto para hablarle de lo que había decidido.
Caminaron en silencio hasta un banco de aspecto antiguo situado un poco más alejado de la multitud de la fiesta.
Sin decir una palabra se lanzaron en pos del otro. Daniel alojó tiernamente sus manos en sus mejillas mientras la besaba como si no la quisiera dejar ir.
Sus manos se enroscaron en su pelo, ya que sabía que a él le encantaba.
-Estas incluso más hermosa a la luz de la luna
Su grave risa retumbo en su cuerpo y ella se sujetó a sus grandes hombros, besándolos
De pronto pensó en lo que le había contado antes de bailar. Había dicho que antes de que lo convirtieran, su familia había sido declarada en quiebra. Pero, ¿Y qué había ocurrido luego?
-Daniel- repuso después de un momento- ¿Qué ocurrió después? Es decir, cuando te convirtieron.
Él la miró por un momento y dijo:
-Unos años después de que mi madre cayera enferma, me encontré en un callejón con una mujer hermosa- Daniel sintió la leve turbación en el rostro de ella pero continuó- No pensé que fuera tan atractiva, sino más bien era su postura al caminar, su forma de moverse y la expresión de su rostro lo que la hacía hermosa y diferente. Mientras pasaba a mi lado, sentí curiosidad al ver a una hembra caminar a altas horas de la noche sin compañía. En un momento estaba caminando y al segundo me encontraba contra la fría pared del callejón y ella me apretaba contra el muro. Fue muy rápida y casi no entendía que estaba pasando hasta que comprendí que estaba bebiendo de mí.
Horrorizado intenté gritar pero mi cabeza comenzaba a nublarse y deje de pensar coherentemente. Lo ultimó que recordé fue un extraño e incitante sabor en la boca. Unas horas después me desperté en el suelo del callejón. Un tipo que pasaba por allí había intentado despertarme.
Cuando abrí los ojos por primera vez, todo era distinto. Nunca entendí qué había llevado a la chica a convertirme.

Layla procesaba aquella información, intentando ponerse en el lugar de él.
¿Qué pasó cuando tus padre se enteraron?- preguntó intentado imaginarse la situación 170 años atrás. Debía de haberse sentido tan perdido…
-Aquella fue la última noche de mi vida como humano, por lo que naturalmente fue la última vez que vi a mis padres. Ellos eran diferentes a mí y mi madre ni me reconocería. Quería protegerlos, me decía. Pero no fue hasta mucho después, que me di cuenta que lo que me había impulsado a huir de aquello era que yo no pertenecía a ese mundo.
Regresé alguna vez para asegurarme de que estuvieran bien, pero nunca dejé que me vieran. Lo último que recuerdo es a mi madre en la cama, con las canas cubriéndole el cabello, y a mi padre junto a ella.
Era mejor de esa manera, ellos debían llevar una vida lo más normal posible.

-¿Pero ellos nunca te buscaron?- Layla preguntó con el corazón encogido. Ambos habían tenido que vivir sin sus padres, por una razón u otra.
-En aquel momento, era fácil que la gente desapareciera. Me buscaron por unos meses, pero pronto pensaron que estaba muerto.
El silencio se extendió mientras la música desde el salón llegaba a ellos. La expresión de él mostraba añoranza.
-¿Quisieras haber seguido siendo humano? ¿Te arrepientes de ser un vampiro?
La respuesta de él fue rápida como el rayo y su voz estaba impregnada de dulzura.
-Si esa respuesta fuera afirmativa, estaría negándome a esto que hay entre nosotros. Si no me hubieran convertido, jamás te abría conocido. Asique no, no me arrepiento de ser quien soy. En este momento amo lo que soy, porque así puedo protegerte. Puedo ayudarte, si me dejas… solo querría pasar mi existencia junto a ti.
Su voz era perfecta y el bajo y profundo barítono de su voz le erizó la piel. Su mano se deslizo por la mandíbula de Layla, como una promesa silenciosa.
El aire se había quedado atrapado en sus pulmones y sentía como si se hubieran tomado unas vacaciones no autorizadas. Solo se quedó mirándolo en la oscuridad de la noche, observando como la luz diamantina de la luna hacía que su piel pareciera aún más hermosa. No podía para de pensar que esa elección de palabras era justo lo que necesitaba para lanzarse. Porque, ¿Y si él deseaba la mismo que ella? Sin pensar demasiado en el tema se tiró a la piscina
-Entonces conviérteme. -Su voz sonaba segura y cálida. Nada que ver con cómo se sentía por dentro.
Daniel frunció el ceño como si lo que acabara de decir lo hubiera tomado completamente por sorpresa. La miró profundamente, no entendiendo cómo era que habían llegado a conclusiones tan diferentes.
-¿Qué?
Ella lo interrumpió antes de que pudiera terminar la frase.
-Por favor… -Su tono de súplica echó a perder el muro de contención en el que se había convertido Daniel. O eso esperaba.
Sus ojos no se apartaban de ella mirándola de arriba abajo, deteniéndose en las curvas de su vestido mientras su expresión se suavizaba. También se quedó mirando detenidamente su cuello, en el lugar exacto donde corría su sangre. El pelo trenzado dejaba vía libre a su imaginación y eso le gustó. Ella también se imaginó lo qué pasaría si al final Daniel la convertía. La imagen de ellos dos juntos mientras él se inclinaba sobre su cuello era completamente sensual.
-Layla, ¿estás completamente segura? ¿Desde cuando quieres esto…?
Ella pensó en la mejor forma de explicárselo.
-Desde siempre me he sentido fuera de lugar en un mundo de humanos. No lo sabía porque aún no existías para mí. Mi vida no era nada antes de conocerte y tú has hecho que ahora quiera vivir para siempre. No soportaría ver cómo te alejas de mi con el paso de los años….Siempre pensé que eras tan diferente a los demás… y cuando supe la verdad entendí por qué yo también soy tan diferente al resto.
Cuando no respondió rápidamente, ella dijo:
-Sólo quiero ser lo mejor para ti. Tú me lo das todo y quiero poder darte esto.
-Dios, Layla tú me lo das todo siendo humana. No tienes que cambiar por mí.
-Pero también es por mí…- su voz era tan baja que casi se convirtió en un murmullo perdiéndose en la noche. Pero sabía que él la había escuchado.
Quizás le disgustara la idea de pasar la eternidad con ella. Quizás lo estaba viendo todo demasiado rápido, quizás lo había asustado. Las cosas no sucedían de ese modo en el mundo normal pero entre ellos nada había sido remotamente normal. Daniel hacía que el mundo que lo rodeaba fuera mágico…    
Ella bajó la cabeza y respiró hondo, en realidad entre sus opciones había esperado algo así. Quizás…

Daniel la tomó en sus brazos rápidamente en un movimiento que casi ni existió, impulsándola hacia su regazo. Sus labios hicieron contacto sin delicadeza, sin dulzura. Fue pura necesidad lo que la inundó, y la ansiedad de sus labios mientras la besaba la hacían querer todavía más… las manos de él recorrían su piel de arriba abajo y una pequeña llama de esperanza de encendió en su pecho.
Daniel la miró a los ojos, apretando la mandíbula. Cuando habló pudo ver las hermosas puntitas de sus colmillos.
-No voy a privarte de algo que quieras…- su voz sonaba ronca y completamente masculina.- Pero debes estar completamente segura, amor. De esto no hay vuelta atrás. Me siento un imbécil por decir esto, pero espero que no cambies de opinión.  

Layla Lanzó un grito a la noche que duró solo un latido. Se pegó a los labios de su amante y lo abrazó con fuerza. Era real, estaba pasando de verdad. Las manos de él recorrían su cuerpo nuevamente, con amor y deseo. Layla sonrió con anticipación ante lo que estaba a punto de pasar entre ellos y su cuerpo se llenó de una calidez que ni la más fría de las noches podría haber extinguido.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario